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Lo despojaron de todo, entraron como ladrones a su casa, y sin cosa alguna lo dejaron, en instantes todo lo que había logrado en años desapareció, solo y confundido se encontraba fuera de su casa en su gran jardín, sentado cómodamente sobre un viejo tronco al refugio de un enorme árbol.

Siete jóvenes llegaron al viejo monasterio y terminaron con toda la armonía que había en ese hermoso lugar, la tranquilidad se asustó tanto que salió huyendo, la generosidad sin saber que hacer solo se escondió y el amor se dividió en muchas partes para no ser lastimado.

El ermitaño monje recibió con mucho amor a sus nuevos discípulos y les comento:

Mis niños les recomiendo que no caminen atrás de mí, porque soy tan viejo y camino muy lento, además mi vista no es muy buena por lo que no sería un buen guía, pero tampoco caminen delante de mí, porque por su juventud irían demasiado rápido, y no podría alcanzarlos, por caridad les pido que caminemos juntos uno al lado del otro, llevemos el mismo paso y de esta forma avanzaremos iguales todos.