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Jorge Ignacio Molina Herrera

Reflexiones sobre la participación democrática

Las verdades que aglutinan masas espesas de humanidad esperanzada, recuerda los grandes bailes de tarima: Un conjunto de salsa entonando el titulo de este ensayo,(*) manipulando la multitud a partir de estridentes decibeles, cánticos de cuna con orquesta de fondo y aclamando, sin importar los efectos posteriores, que pase lo que pase: una verdad oculta que no se quiere ser reconocida por el deseo de continuar como se iba, momentos antes de empezar el espectáculo; una masa manipulada.

Cualquier conjunto de masas desenfrenadas llegará a la misma embriaguez y terminará con la resaca al sentir que ha despilfarrado su energía y perdido su impulso, si ese evento, sea fiesta, día de elecciones o misa o lo que comporte masas muestre lo que la vanidad egótica pide: Victoria, o derrota; ambas efímeras fuerzas  ilusorias, donde la desazón será el síndrome que alimentará  esa conciencia hasta un próximo evento; uno que puede suceder  a los días, meses o cada cuatro años, y al perpetuarse por décadas, por vidas, por eternidades, llegue al punto de decidirse en la verdad. ¿Cuándo?

Elegimos lo que somos, nadie elige por nosotros, nada ni nadie salvará nuestro destino. ¿Porqué perdemos esa energía eligiendo sólo en un día lo que creemos es de por vida?

La democracia es un acto de toda una vida, participando con la acción directa; pero en un solo día de rumba, sólo queda la resaca de los que perdieron y el sinsabor de los que ganaron, para ver si es peor o más terrible lo que reemplaza a lo viejo.  Pero aquello que decimos democracia,  no es simplemente tirar piedras al aire en tarjetas de aquel domingo y luego esconder la mano por la vergüenza de los siguientes años